lunes, 2 de agosto de 2010

Por ser hermosa, ella esperaba las recompensas que trae la belleza, por lo menos algunas; no se era hermosa en vano en un mundo que insistía en que lo más importante para una chica era ser hermosa. Alfred Hayes, Los enamorados. Editorial La Bestia equilátera. Buenos Aires. 2010
Tu único vicio, pensé, eres tú mismo. El peor de todos. El que de verdad es incurable. Alfred Hayes, Los enamorados. Editorial La Bestia equilátera. Buenos Aires. 2010